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La Audiencia Provincial de León celebra este martes 20 de mayo la segunda sesión del juicio contra Natalia Torices, conocida como la 'reina de la burundanga', acusada de tentativa de homicidio, lesiones, robo con violencia, estafa y falsedad documental. La vista continuará esta semana y culminará, en principio, el próximo 23 de mayo con la declaración de la acusada.
El primero en declarar en esta sesión fue un comandante militar de la Guardia Civil, que intervino por videollamada. Formó parte del equipo que dirigió la investigación, iniciada tras un positivo en escopolamina en una víctima, lo que permitió vincular varios casos similares. «Pudo ser venganza o deuda», afirmó el agente al ser preguntado por el posible móvil de los envenenamientos.
Según su testimonio, la investigación se intensificó con el último caso conocido. Se pudo así reconstruir un patrón de actuación: las víctimas sufrían mareos, pérdida de conciencia o desvanecimientos tras encuentros con ella, seguidos de movimientos bancarios a su favor.
El agente detalló que Natalia, al recibir una reclamación formal de deuda, «buscó financiación a través de engaños a familiares, amigas y personas de su entorno». Al agotarse esas vías, contactó con una página que vendía escopolamina en diciembre de 2017 y recibió el pedido semanas después. Los primeros efectos registrados se remontan a febrero de 2018.
Juicio a la reina de la burundanga
Entre los episodios más graves está el de una de las víctima que retiró 9.000 euros bajo los efectos de la droga. En otro caso, se localizó un documento falsificado ya preparado antes del incidente. También se analizó cómo Natalia simulaba transferencias o decía tener cuentas bloqueadas para justificar demoras o evasivas.
La sesión continuó con la declaración del segundo testigo, también agente de la Guardia Civil, quien formó parte del equipo que llevó la instrucción del caso. En su intervención, realizada en sala, aseguró que las primeras sospechas se remontan a noviembre, tras una denuncia relacionada con una supuesta agresión sexual. «Había elementos que no encajaban, como notas reclamándole dinero dejadas en el coche, pero fue después cuando empezamos a ver evidencias claras», explicó.
Detalló que solicitaron permiso judicial para analizar el teléfono de Natalia, aunque no se les concedió. Sin embargo, los indicios empezaron a fortalecerse tras el estudio de sus cuentas bancarias. Afirmó que, según sus conclusiones, el fallecido J.M., padre de Natalia, «sí tenía conocimiento de que ella jugaba al póker». También calificó como «falsificaciones bastante chapuzas» los documentos utilizados por la acusada para justificar ciertos movimientos de dinero.
En relación con una de las víctimas, relató que tanto su pareja como su familia se dieron cuenta rápidamente de la desaparición de sus tarjetas bancarias tras su ingreso en el hospital. «En las imágenes del banco se ve cómo sacaron dinero. Ella estaba muy atenta al número que marcaba», añadió.
El agente señaló un patrón repetido en la forma de actuar: Natalia solía proponer quedar a tomar algo, se quedaba en la barra mientras la otra persona se sentaba y era entonces cuando ella servía las bebidas. Según el testimonio, esa secuencia se repitió con varias víctimas. Además, transmitió las palabras de la doctora que atendió a la víctima, quien afirmó que llegó al hospital en muy malas condiciones y que, de haber tardado más, su vida habría estado en peligro.
Durante su investigación también conocieron el testimonio de J.A., quien mantenía una relación cercana con Natalia. Esta le había contado que tenía cáncer y que el tratamiento lo financiaba su padre. Una versión que la propia Natalia habría reforzado públicamente al subir fotos a redes sociales con apósitos, una vía colocada y otros elementos que simulaban una enfermedad grave.
Posteriormente, intervino otro agente de la Guardia Civil que participó en el registro del domicilio de la acusada. Se ratificó en su informe y no recibió preguntas ni del tribunal ni de la defensa.
También declararon dos policías nacionales, quienes fueron alertados por una doctora de la UCI ante una posible intoxicación con una sustancia similar a la burundanga. Explicaron que no pudieron confirmar la sustancia exacta porque las pruebas se enviaron a Barcelona y el análisis tardaba varios días. Solo hablaron con la doctora, quien les informó de que la paciente se encontraba desorientada y no recordaba haber llegado al hospital de León.
Aunque estaba prevista la declaración de una doctora citada como testigo, esta no se presentó en sala. Quien sí lo hizo fue V.B.G., un conocido de Natalia desde la secundaria. Explicó que, aunque ya no mantenían relación, fueron amigos durante un tiempo. Recordó que en una ocasión ella le mostró una gran cantidad de dinero, pero no le dio credibilidad. «Me pareció un disparate.» También relató que viajaron juntos a Mallorca en un viaje financiado por Natalia, y que en aquella época ella le dijo que tenía un tumor cerebral y que J.M. le estaba pagando el tratamiento.
Durante la jornada también fue llamada a declarar M.D.G.F., madre de Natalia Torices. Sin embargo, al tomar la palabra ante el tribunal, expresó su decisión de no declarar. El tribunal aceptó su derecho a no testificar, amparado por su vínculo directo con la acusada.
A lo largo de la jornada también comparecieron varios familiares y personas del entorno de Natalia Torices. Uno de los primeros en ser llamado fue su abuelo, quien, al igual que la madre de la acusada, se acogió a su derecho a no declarar y se abstuvo de intervenir ante el tribunal.
Posteriormente, declaró C.G., tía de Natalia, quien dejó claro que no mantiene ninguna relación actual con su sobrina. «No sé en qué trabaja, ni si ha trabajado», afirmó. Añadió que Natalia decía que ganaba dinero jugando al póker, pero no ofreció más detalles al respecto.
Otra tía carnal, I.G.F., también fue llamada a declarar. En su breve intervención, confirmó que Natalia mencionaba que obtenía ingresos a través del póker, pero no aportó más información relevante.
La sesión continuó con la declaración de A.M.P., testigo que conoce a Natalia desde los 12 años, cuando coincidieron en un equipo deportivo. Relató que estuvo presente en el episodio de intoxicación de L., una amiga del grupo, ocurrido en casa de Natalia. Aseguró que Natalia la llamó para que fuera a su casa porque su amiga no se encontraba bien. «Hacía cosas raras, como que iba a coger cosas que no existían. Pensé que estaba bromeando», relató.
Según su testimonio, Natalia mencionó haber avisado a su hermana S., quien al llegar llamó finalmente a una ambulancia. «Le dije que eso no eran condiciones normales, que había que llamar a una ambulancia, pero Natalia quería esperar a ver si se le pasaba», explicó. Añadió que L. llegó a no reconocer ni siquiera a su propia hermana. También recordó que Natalia le había dicho que se había comprado un coche y que tenía suerte con el póker. «Decía que se le daba bien, pero nunca la vi jugar», comentó. En otra ocasión, Natalia le dijo que creía tener un tumor cerebral, durante una salida en la que estaban con otras amigas del equipo.
A continuación, declaró M.F.R., trabajadora social y máster en adicciones, responsable de Proyecto Hombre, quien tuvo contacto con Natalia en un contexto de intervención terapéutica. Explicó que Natalia acudió inicialmente a una cita, pero no volvió. Posteriormente, recibió cuatro sesiones en prisión. Según la profesional, el perfil que observó no se correspondía con el de una persona con ludopatía. «Un perfil así suele esconder la conducta, pero ella hablaba del juego con naturalidad, incluso como si no le importara mencionarlo», explicó.
Aclaró que, aunque Natalia manifestó tener problemas con el juego, la impresión clínica era distinta: «No había juego ni siquiera como afición. En el grupo había 15 personas por sesión, y ella parecía estar allí para hacer el teatrillo». También insistió en que cuatro sesiones grupales no son suficientes para hacer un diagnóstico concluyente.
A última hora de la mañana aún quedan tres testigos por declarar para dar por finalizada la segunda sesión del juicio en la Audiencia Provincial de León.
Entre los últimos en declarar durante esta intensa segunda jornada estuvo A.C.O., testigo que conoce a Natalia Torices desde los 9 años, cuando compartían equipo de fútbol. Su intervención fue breve. Aseguró haber recibido un mensaje de una víctima en el que esta le decía que creía que la habían drogado. No añadió más detalles relevantes.
También prestó declaración F.J.V., quien conoció a Natalia por haber sido pareja de su hija. Relató un episodio en el que se habría producido una transferencia de 9.000 euros tras un supuesto mensaje enviado desde su teléfono, algo que él negó categóricamente. «Yo no envié ningún WhatsApp para que mi hija hiciera esa transferencia», afirmó.
Explicó que un médico les dijo que, aunque los análisis no reflejaban presencia de sustancias específicas, sí se detectó una intoxicación compatible con burundanga. «Nos dijeron que los efectos desaparecen muy rápido», añadió. Además, indicó que su hija realizó por error una transferencia de 2.800 euros a Natalia y que, pese a reclamar la devolución, nunca recuperó ese dinero.
La última en declarar fue A.Y., otra testigo que tuvo contacto con Natalia. Relató que se interesó por el estado de una víctima tras su ingreso en el hospital, a lo que Natalia respondió que «estaba como borracha». También confirmó que era habitual que Natalia propusiera tomar cafés con distintas personas y que, en alguna ocasión, comentó que su coche había sido un regalo de su abuelo. Durante un entrenamiento, afirmó que Natalia mencionó ante varias personas que padecía cáncer.
Con estas declaraciones se cerró la segunda sesión del juicio contra Natalia Torices en la Audiencia Provincial de León. La vista se reanudará durante la semana con nuevos testimonios antes de alcanzar la fase final del proceso, en la que está prevista la declaración de la acusada.
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